¡Muchas gracias, Baco!

Hoy me he levantado, he mirado en tu cama, en tu rincón del salón, en todos los sitios en los que te gusta estar y no te he encontrado, Baco. No estabas. No he podido acariciarte, ni darte los buenos días, ni cambiarte el agua, ni ponerte tu comida favorita, ni llevarte a las palmeras. Tampoco oigo el sonido de tus patitas cuando caminas. La casa está tan silenciosa. ¿Te das cuenta, Baco, del gran vacío que nos dejas?

Nunca imaginé cuando te vi escuálido y ansioso hace 12 años lo importante que ibas a ser en mi vida. La conexión tan especial que iba a sentir contigo. El sentido que dabas a toda mi existencia. Lo afortunada que me he sentido cuidándote. Lo agradecida que iba a estar por haber compartido 12 maravillosos años contigo. Qué amor tan incondicional nos has dado siempre, Baco.

Ahora viene lo más difícil.

¿Ahora qué hacemos con tu rincón de la casa donde tomabas el sol todas las mañanas? ¿Cómo podré volver a sentirme a gusto en el sofá sin compartirlo contigo? ¿A quién buscaré y acariciaré cuando llegue a casa? ¿Qué sentido tienen tus parques favoritos si tú no estás? ¿Quién me acompañará como tú lo hacías? ¿Dónde está el alma de esta casa?

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Una habitante más
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