
Por primera vez en mi vida, solicité vacaciones en Navidad y comencé el 2020 viajando por Marruecos. Mejor no podía empezar. Chefchaouen nos encantó. El alojamiento de Casa Perleta nos enamoró y el cuscús que cocinaban sus responsables más todavía. Todo indicaba que el 2020 -pese a mi superstición de que los años capicúas, pares y bisiestos me traen malísima suerte- iba a ser genial. Pero después vinieron la pandemia, el confinamiento, la crisis sanitaria, la crisis económica… y se cumplieron, por desgracia, todos mis temores. Nunca pensé que pudiera haber sido premonitorio haber comenzado el año jugando a Virus y recibiendo regalos como jabones y una máscara veneciana.
Antes de todo eso, comencé el año siendo muy optimista. Demasiado. Incluso, dejé la coca cola y no probé ni una durante más de 3 meses. Aunque intenté aficionarme a las limonadas, un 27 de marzo recaí y volví a tomarme una. Aun así fue todo un récord para mí. Pero para récord personal, el número de películas y series que he visto este año: 36 películas y 19 series (muchas de ellas con varias temporadas). Nunca en mi vida había visto tantas, pero claro, nunca en mi vida había vivido una pandemia, ni un duro confinamiento.
Si por algo recordaré este 2020 será por las videollamadas familiares y con amigos. Videollamadas para hablar del coronavirus, para jugar, para reírnos, para arreglar el mundo, para tomar el aperitivo, para cenar, para simplemente acompañarnos desde la lejanía.
Aunque este año fue en su mayoría un año insulso, hice varias cosas por primera vez que me hicieron tremenda ilusión como por ejemplo, teletrabajar en pijama; jugar a videojuegos sin mucho éxito; probar las zamburriñas o intentar hacer paddle surf. ¡Y por primera vez, se publicó un artículo en el que participé en una revista Scopus, después de más de un año y medio de espera!
Este año hemos cocinado tanto, que se nos ha roto dos veces la vitrocerámica. También, hemos dado mucho uso al horno, donde he perfeccionado mis bizcochos de limón, que ya no se me apelmazan.
Este 2020 fue el año de redescubrir parte de España. Casita rural en Guadalajara, ruta en coche por Galicia hasta mi querida Asturias y una semana espectacular en la isla bonita, en Mallorca. Lo pasamos tan bien, desconectamos tanto, que olvidamos que estábamos en pandemia. ¡Bendita sea!
Me reencontré con varios amigos que hacía mucho tiempo que no veía y con varios autores que hacía mucho tiempo que no leía. Además, hicimos un vídeo con muchos de los momentos de los 9 años de mi sobrino, que me hizo recordar y valorar todo lo que ha pasado desde que este terremoto llegó a nuestras vidas.
He descubierto que comer en la terraza o hacer picnic en los parques de Madrid mola mucho, incluso cuando ya hace fresquito y corremos el riesgo de congelarnos. También, a pesar de todo el miedo que siempre tengo, ha sido el año en el que he decidido luchar por mi sueño durante el 100% de mi tiempo. Al menos, intentarlo. Sin miedo al fracaso y con la firme intención de disfrutar de esta oportunidad. Por fin.
Me he dado cuenta que no necesito comprarme nada para ser feliz, ni comer en restaurantes lujosos. Pero sí he echado mucho de menos la cultura. Este año iba a ser el año de regresar a los conciertos. Pero no pude ir a ninguno de los dos que tenía previstos antes de que se paralizara el mundo. El primero, porque coincidió con la operación a Baco para quitarle un tumor y el segundo, porque fue cancelado por la pandemia.
Pero sobre todo, si algo he aprendido este año es a agradecer cosas tan simples como estar bien de salud. Estamos bien. Así que por todo eso, gracias 2020. Parece que el 2021 va a ser también un año intenso, pero ojalá poco a poco volvamos a la antigua normalidad con más contacto físico, más abrazos, más alegrías.