El Mini Cine Tupy

José Luiz Zagati está sorprendido de que su propia historia provoque tanta curiosidad y admiración entre los que la van conociendo. No entiende por qué le han dedicado tres documentales e innumerables reportajes. No sabe que hoy en día no es tan fácil convertir tu sueño en realidad. Más todavía si provienes de una favela de Sao Paulo con un sueño que parece tan inalcanzable. Pero, él lo consiguió. Y sin quererlo, se ha convertido en un referente para todos los que luchan por sus sueños.

Todo empezó cuando él tenía cinco años y su hermana le llevó por primera vez a ver una película de vaqueros. Fue entonces cuando se enamoró del séptimo arte. Y ya nunca pudo olvidar todas las sensaciones que sintió en ese momento: el ruido del proyector, el foco de luz que salía de él, las caras absortas en la película, la pantalla… Lo recuerda, asegura, “como si fuera ayer”. Pensó que era lo mejor que le había pasado en su vida.  “El cine para mí es magia”, dice muy emocionado, en uno de los documentales que han grabado contando su historia.

A pesar de que Zagati, por pertenecer a una familia de agricultores muy humildes, no podía ir con regularidad al cine, nunca olvidó estas sensaciones.

Para apoyar a su familia, tuvo que abandonar los estudios pronto, en tercero de primaria, y pluriemplearse en varios trabajos. Aun así, seguía siendo un niño y sus ratos libres los dedicaba a su pasión. Recortaba dibujos en revistas y cómics que luego pegaba en un tablero e intentaba crear películas. “Para mí, eso era como ver cine”, señala. También, a la edad de 11 años construyó un proyector casero con materiales encontrados en la basura: con un cajón, lentes de unas gafas, una lámpara y un asa de alambre. Fue su juguete favorito.

Incluso, a veces, cuando ahorraba lo suficiente se ponía sus mejores galas y se iba a ver alguna película, daba igual cuál, al Cine Tupy, uno de los pocos que existían por su zona y que con la crisis del cine acabó siendo cerrado.

A los años, Zagati se casó, tuvo nueve hijos y fue encadenando diferentes oficios: montador de neumáticos, limpiabotas, albañil… Pero a principios de los años 90, por primera vez quedó desempleado, así que buscando una nueva forma de sustento para su familia se le ocurrió empezar a recoger basura. Aunque a Zagati no le gusta llamarla así: “Lo que yo recojo no es basura. Basura es aquello que ya no sirve”.  Y es que siempre encontraba cosas para arreglar y reciclar.

Entre la chatarra hallada, también recogía trozos de películas, carteles de películas… Su pasión, su sueño, volvió a resurgir. Esta vez más fuerte que nunca. En cuanto ahorró unos 80 reales se compró un proyector.

Un día, sin avisar a nadie, decidió proyectar en la fachada de una casa, en la calle, los trozos de películas que había descubierto entre los desechos de la ciudad. Más de 50 personas se quedaron con él viendo esos fragmentos de diferentes películas y disfrutaron como si estuvieran viendo el mejor filme del mundo. Para la mayoría era su primera experiencia en pantalla grande, recuerda Zagati.

Por eso, no dudó en buscar soluciones para llevar películas completas a sus vecinos y compartir su pasión con ellos. Ni corto ni perezoso inició un peregrinaje por Sao Paulo con el propósito de que alguien le prestara películas en 16 milímetros. No paró hasta que consiguió un acuerdo con la Asociación de Coleccionistas de Películas en 16 mm.

Los domingos por la noche fue el momento escogido. Zagati se ponía detrás del proyector y se iniciaba el mejor momento de su larga semana. Elegía películas siempre para todos los públicos, teniendo en cuenta que llegaban personas de todas las edades.

Como era una actividad que se hacía en la calle cuando llovía no se podía llevar a cabo, así que decidió habilitar un lugar en su sencilla casa para ver las películas. Por fin, puso nombre a la sala: Mini Cine Tupy, en homenaje al cine al que iba de joven, ya clausurado.

José Luiz Zagati

José Luiz Zagati

Sin embargo, aún existían problemas. Las colas para entrar eran grandes y en cada sesión se quedaba gente fuera sin poder disfrutar del cine, ya que tan solo cabían 16 personas. Otra vez, Zagati apostó por su sueño y puso en venta su casa para construir otra con un garaje con capacidad para 50 personas.

En su humilde casa, ubicada en la periferia de la favela Toboão da Serra, en Sao Paulo, en la fachada pintada de azul claro, hay un pequeño cartel que la diferencia del resto. En letras negras y rojas sobre el dibujo de un rollo de película está escrito: Mini Cine Tupy.

Allí todos los domingos se arremolina gente muy variopinta, de todas las edades: pequeños y grandes, emocionados por poder disfrutar de forma gratuita de una hermosa película y de todo su ritual, ya que Zagati también proporciona palomitas.

Y como si fuera el Alfredo de la película italiana Cinema Paradiso, es feliz llevando el séptimo arte a todos sus vecinos. Como Afredo, también sabe que la clave de su éxito ha estado en hacer lo que amas, porque lo que mueve todo es el amor.

El siguiente día, el lunes, comienza la semana lleno de energías. Coge su carrito rojo y recorre la ciudad en busca de esos tesoros que alguna persona desechó y que tanto le pueden servir a él y a su cine. “Muchas personas se burlan de mí porque todavía trabajo en esto, pero gracias a este trabajo pude crear el Mini Cine Tupy”, reflexiona.

Acerca de azaratana

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3 respuestas a El Mini Cine Tupy

  1. Rafael dijo:

    Una linda historia verdadera muy bien contada. Sigue escribiendo y y contándobnos otras historias
    verdaderas ó inventadas que se te ocurran. Rafael.

  2. Rafael Martínez Arias de Saavedra dijo:

    Ana, me gustá tu historia.Un abrazo. Rafael.

  3. azaratana dijo:

    Muchas gracias, Rafa. Eso intentaré, seguir contando historias 🙂 Un abrazote!!!

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